Un equipo, conocido como “red army”, que dejó su huella en la historia del deporte ganando 22 Mundiales y siete Juegos Olímpicos.

Un nuevo deporte llegó a la Unión Soviética en 1946: el hockey sobre hielo. Una superficie más que conocida en el país, a la que solo tuvieron que añadirle el disco que dominaban los canadienses. Los soviéticos jugaban a su hockey, el ‘bandy’, en campos grandes y con una pelota pequeña, pero no era un deporte internacional, ni mucho menos olímpico.
A pesar del sentimiento de victoria que permitió realzar el sentimiento de patriotismo del país, en aquella época la URSS era un país arruino por la II Guerra Mundial, con 20 millones de muertos, el poder participar en los Juegos Olímpicos hizo que Stalin se interesara por el “otro” hockey. El presidente utilizó el deporte como escaparate para mostrar al mundo del éxito del sistema socialista. Y lo hizo a través de un hombre que creó un equipo de leyenda.
“Al hombre siempre le parece que él es capaz de mucho menos de lo que es en realidad.”
Anatoly Vladimirovich Tarasov
Anatoly Vladimirovich Tarasov creó la escuela del equipo del Ejército, el CSKA de Moscú, con el fin de crear un programa para desarrollar el hockey en el país. Tarasov construyó un equipo, conocido como «red army», que dejó su huella en la historia del deporte: la URRS ganaría 22 Mundiales y siete Juegos Olímpicos. Tarasov buscó e identificó primero el talento, con el objetivo de entrenar y preparar el cuerpo y la mente al servicio del bien común del equipo y también el país. El padre del hockey soviético diseñó las bases de su juego a través de diferentes disciplinas, ya que el entrenador buscaba los consejos del maestro del ajedrez Karpov y también exigía la técnica del patinaje.
La selección soviética ganó popularidad en 1954, después de ganar el oro en su primer Mundial, y en 1956 con el título olímpico en Cortina d’Ampezzo, ganando a la gran selección de Canadá. Durante nueve años seguidos (1963-72), el ejército rojo de Tarasov, liderado por Vladimir Petrov, Boris Mikhailov y Valeri Kharlamov, ganó todos los títulos en los que participó: nueve Campeonatos del Mundo y tres Olimpiadas. Este periodo triunfante terminó en los Juegos de Sapporo en 1972, cuando el Partido Comunita “pidió” al técnico un empate contra Checoslovaquia, con el oro ya asegurado, para dejar la plata a un amigo de la URSS y no a Estados Unidos. Y digo “pidió” porque Tarasov no tuvo otra alternativa de aceptar esta petición, ya que, al fin y al cabo, el equipo estaba formado por militares que no tuvieron otra alternativa de aceptar las órdenes de sus superiores.



Con el inicio de la Guerra Fría y el traslado del conflicto en el campo de hielo, otra época del equipo soviético nació, que fue conocida como ‘Los Cinco Rusos’. Viktor Tikhonov heredó al mejor equipo del mundo en 1977 y en su disciplina militar le despojó de todo salvo del hockey para sumar otros ocho Mundiales y tres Juegos al palmarés. En los Juegos de Lake Placid en 1980, la selección soviética perdió ante el equipo formado por Estados Unidos. Con esta derrota, el seleccionador Tikhonov exprimió al máximo al equipo: once meses de concentración y entrenamiento despiadado devolvieron los éxitos. Sin embargo, convertirse en máquina conllevaba el ser arrebatado de una libertad humana vital, un proceso que soportaron como el resto del país, hasta ser dueños de su destino.

Si queréis profundizar y saber más sobre este tema, os recomiendo el documental Red Army: la Guerra Fría sobre el Hielo, el cual narra los destinos cruzados de la Unión Soviética y del equipo de hockey sobre hielo conocido como ‘El Ejército Rojo’.
El documental narra la historia de un hombre que soñaba con ser un héroe nacional del deporte y al final se vio condenado a luchar contra el propio sistema que le había creado. Un sistema muy duro y opresivo. Y para ello tuvo incluso que irse a Estados Unidos para poder seguir jugando y volver a triunfar.
El documental narra la historia de un hombre que soñaba con ser un héroe nacional del deporte y al final se vio condenado a luchar contra el propio sistema que le había creado. Un sistema muy duro y opresivo. Y para ello tuvo incluso que irse a Estados Unidos para poder seguir jugando y volver a triunfar.
Este equipo fue liderado por Viacheslav Fetisov, que fue el capitán del mejor equipo de hockey de la historia en plena Guerra Fría. Considerado como un “héroe” del régimen comunista que había en ese momento en la Unión Soviética que, con la Perestroika (fue una política reformista que se llevó a cabo en la Unión Soviética tras la llegada al poder de Mijaíl Gorbachov en 1985, que se caracterizaba por una apertura hacia los países del bloque occidental, cierta liberalización del sistema económico y transparencia informativa), se vio forzado a irse a los Estados Unidos para poder seguir jugando, ya que le prohibieron jugar en su país.
En 2002, Vlardimir Putin reclamó el regreso del jugador a una Rusia muy diferente y cuyo destino final es otra de las grandes sorpresas del documental, que no voy a desvelar aquí.