El conflicto de los Balcanes a través del deporte

En 1990, se juega el partido clásico entre Dínamo Zagreb y Estrella Roja, de Belgrado. Era el partido que ponía frente a frente a croatas y a serbios en un pasaje crítico de la convivencia en la entonces Yugoslavia, un estado con siete fronteras, seis repúblicas, cinco nacionalidades, cuatro idiomas, tres religiones y dos alfabetos.

Historia

Las guerras yugoslavas fueron una serie de conflictos en el territorio de la antigua Yugoslavia, que se sucedieron entre 1991 y 2001. Comprendieron dos grupos de guerras sucesivas que afectaron a las seis ex repúblicas yugoslavas.

Las guerras se caracterizaron por los conflictos étnico-religiosos entre los pueblos de la antigua Yugoslavia, principalmente entre los serbios por un lado y los croatas, bosnios y albaneses por el otro; aunque también en un principio entre bosnios y croatas en Bosnia-Herzegovina. El conflicto obedeció a causas políticas, económicas y culturales, así como a las tensiones étnicas y religiosas (predominio musulmán en Bosnia y predominio cristiano en Serbia). Hubo muchos detonantes, pero los principales fueron la abolición de la autonomía de Kosovo por Milosevic, y sobre todo que los serbios de la región croata de la Krajina declararan su separación de Croacia en marzo de 1991, lo que llevó a Croacia y a Eslovenia a declarar unilateralmente su independencia el 25 de junio de 1991 y produjo un efecto contagio en el resto de repúblicas yugoslavas.

El 12 de noviembre de 2001, después de casi 11 años de conflicto, terminó por fin la llamada guerra de los Balcanes o guerras Yugoslavas. Decenas de miles de personas perdieron la vida en los dos grupos de guerras que se sucedieron en la península balcánica convirtiéndose en un crimen de lesa humanidad y en uno de los mayores conflictos bélicos de nuestra historia.

Fútbol y Guerra

En 1990, se juega el partido clásico entre Dínamo Zagreb y Estrella Roja, de Belgrado. Era el partido que ponía frente a frente a croatas y a serbios en un pasaje crítico de la convivencia en la entonces Yugoslavia, un estado con siete fronteras, seis repúblicas, cinco nacionalidades, cuatro idiomas, tres religiones y dos alfabetos.

Aquel 13 de mayo de 1990 y aunque nadie lo supiera, el partido que se iba a jugar iba a ser la primera batalla de la Guerra de los Balcanes.

El Estrella Roja era el club del supremacismo serbio, mientras que, por su parte, el Dinamo de Zagreb integraba en su ideario las aspiraciones nacionalistas de Croacia, exacerbabas como nunca desde la II Guerra Mundial. Eran los portaestandartes de las causas croata y serbia.

«El fútbol es una forma de expresarse. Durante años hemos estado en condición de inferioridad, ha llegado el momento de la igualdad, sí, pero si no llega, ha llegado el momento de la independencia. Y si no nos la conceden, estamos ante el final de Yugoslavia»

Mladen Vedris, diputado croata

El desorden comenzó desde antes, en las calles de Zagreb por los seguidores del Estrella Roja. Los Delije (‘héroes’ en serbocroata), el grupo ultra del club más laureado de la extinta Yugoslavia (llegó a ganar una Copa de Europa solo un año después de estos incidentes), estaban formados por jóvenes radicales en vías de mutar en milicia. La transformación estaba comandada por Zeljko Raznatovic, alias Arkan, un curtido exponente del crimen organizado, que terminaría siendo juzgado por crímenes contra la humanidad, el cual vio en el fútbol la oportunidad de expandir sus nombradías y sus negocios. Tres mil Delije esperan el tren que los llevará a Zagreb apelotonados en el andén de la Central de Belgrado. Sus voces hacen rugir la estación: ‘¡Zagreb es Serbia! ¡Zagreb es Serbia!’. La policía yugoslava, en su mayoría, serbios, les vigila.

Siete días antes del partido tuvieron lugar las primeras elecciones regionales de Yugoslavia desde su reunificación bajo el régimen comunista en 1945. En Croacia, todavía república yugoslava y lugar al que se dirigen los ultras, el pueblo no ha titubeado: gana con claridad la Unión Democrática Croata, presidida por el nacionalista Franjo Tudjman. El nacionalismo emancipador se impone al comunismo unificador. ‘¡Mataremos a Tudjman!’’ se escucha en la estación de Belgrado. El tren parte a primera hora de la mañana y depositará a los tres mil Delije en el estadio de Maksimir donde por la tarde se disputa el partido de fútbol de máxima rivalidad Dinamo de Zagreb-Estrella Roja y donde les esperan los Bad Blue Boys, ultras nacionalistas croatas. Ese día tendrá lugar un violento enfrentamiento considerado por muchos el inicio de la guerra de Yugoslavia, el choque que hará desmoronarse un país.

Los tres mil Delije fueron conducidos por la policía hasta el estadio de Maksimir. Durante el trayecto hubo golpes, carreras … Todo menos control policial sobre los ultras serbios. Los agentes contemplaban cómo ambas hinchadas recogían kilos de piedras para introducirlos en el estadio. Los ultras serbios, además, portaban ácido, que luego utilizarían para quemar las vallas de seguridad. Cuando estaban a pocos metros del estadio la situación se recrudeció. Los Bad Blue Boys, grupo ultra del Dinamo de Zagreb, entraron en escena ataviados con banderas croatas. Quemaron banderas yugoslavas y llenaron los muros de pintadas independentistas. Se produjeron las primeras peleas. Finalmente, la policía decidió abandonar los cacheos individuales y meter apresuradamente a los tres mil ultras serbios en la grada de Maksimir. Entraron cantando “¡Zagreb es Serbia!”, arrancaron una valla de publicidad donde se leía la palabra ‘Croatia’ y encendieron bengalas. Enfrente, 15.000 aficionados croatas mientras en el césped los jugadores calentaban.

Los equipos y sus seguidores dibujaban a la perfección el paisaje social de Yugoslavia. Pero el gobierno parecía negarse a verlo. Milorad Anjelic, presidente del parlamento de Belgrado, explicaba en 1990, sólo un año antes de la guerra: “Existen conflictos, pero no son serios. No nos cuestionamos la existencia de Yugoslavia. Tenemos cambios políticos y puntos de vista diferentes, pero la gente quiere una Yugoslavia unida”. No lo veía así el diputado croata Mladen Vedris, quien replicaba en una entrevista para la televisión yugoslava: “El fútbol es una forma de expresarse. Durante años hemos estado en condición de inferioridad, ha llegado el momento de la igualdad, sí, pero si no llega, ha llegado el momento de la independencia. Y si no nos la conceden, estamos ante el final de Yugoslavia”.

Cuando faltaban diez minutos para el inicio del partido, comienza el horror. Algunos ultras serbios acceden a la parte superior de su grada. Enseguida son cientos y cuando los jugadores saltan al campo, en el segundo anillo del fondo sur del Maksimir se representa ya una multitudinaria pelea. Carreras, asientos volando, golpes, patadas… La policía observa desde el campo. Muchos Delije acuchillan a croatas. En el fondo contrario, los Bad Blue Boys estallan en cólera contra la policía, a la que acusan de absoluta pasividad. Los jugadores del Estrella Roja se retiran apresuradamente a los vestuarios, pero los del Dinamo de Zagreb se quedan. Y observan la batalla. Uno de ellos es Zvonimir Boban que se acerca al cordón policial y llama la atención de los agentes. Se muestra indignado y le señala la grada, con incredulidad, a uno de los agentes. Un compañero se lo lleva, pero la imagen del jugador, con el balón en la mano observando la estremecedora pelea en la grada, pasará a la historia. No será la única ese día.

El control de la situación se pierde definitivamente cuando los ultras croatas logran saltar al campo. Entonces sí, la policía reacciona y cargan para evitar que lleguen hasta el fondo serbio. Se produce una batalla entre agentes y ultras, mientras los Delije siguen arrasando con todo. Aparecen los gases lacrimógenos y los manguerazos de agua a presión de los bomberos. Los ultras entran en efervescencia, destrozan todo lo que encuentran a su paso. Es la guerra entre Croacia y Serbia.

Aquella tarde, el pie de Zvonimir Boban se convirtió en el detonante de una guerra. No fue metiendo un gol, ni mucho menos. Lo que hizo fue dar una patada en el pecho a un policía. El agente agredido era bosnio-musulmán, lo que nos sirve como ejemplificación de lo que era Yugoslavia y en lo que se había convertido. Un croata pegando a un bosnio por no parar a los serbios. Unos serbios que años después exterminarían mediante un atroz genocidio a los musulmanes de bosnia. La antigua nación que abrazaba a todas las nacionalidades en una sola ya no existía. Aquel partido y la agresión de Boban, bajo una especie de efecto mariposa, es conocido como la primera batalla de la Guerra de los Balcanes.

Divac y Petrovic

Un segundo caso de deporte y el conflicto de los Balcanes también está ambientado en aquel fatídico año 90. Esta vez la historia reúne a dos protagonistas: Divac y Petrovic. Yugoslavia acaba de proclamarse campeona del mundo de baloncesto. El país estaba roto, pero la selección se mantenía fuertemente unida. Sin embargo, en la celebración, un aficionado invade la pista portando una bandera croata. Divac, ante tal comportamiento, no dudó ni un momento y le arrebató al hincha su trozo de tela. Aquel hecho, sirvió para acabar con la fuerte amistad que unía a Petrovic, ferviente nacionalista croata y a Divac, defensor de una Yugoslavia unificada. Ambos amigos nunca pudieron reconciliarse porque Petrovic moriría en un accidente de coche en 1993, cuando tenía 28 años. Boban, Divac y Petrovic, ejemplos de cómo la política influye una vez más en el deporte.

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